Kingdoms at War
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[Aceptada] [No muerto] Khelsion , el brujo

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Mensaje  Khelsion Miér Mar 11, 2009 1:45 am

"Nunca he creí­do en el bien o el mal.
Como mago trabajo con fuerzas; eso es todo.

Unas curan, materializan, reponen y otras enferman, destruyen y estropean. Luces y sombras. Funciones, eso es todo, no hay nada malo o bueno en ellas.

Si vas a ser un gran mago has de poder manejarlas todas, colocándote por encima de estúpidas moralidades o, como prefieren decirlo nuestros sabios, alineamientos.

Una pérdida de tiempo, si queréis saber mi opinión.

Sin embargo sí­ que es cierto que algunas energí­as están fuera de nuestro alcance.
Otras razas parecen tener más conexión con ellas aunque, por desgracia, no son muy dadas a compartir sus secretos.

Khelsion, solí­a decir mi maestro, por mucho dominio de la magia que llegues a tener, hay fuerzas, conjuros, que siempre quedarán fuera de tu alcance. Hechizos imposibles.

Así­ que una vez terminé de dominar todo lo posible, como podréis imaginar, me aburrí­ de las alabanzas de mis compañeros y empecé a pensar en lo que, según los magos que llevaban más tiempo que yo siéndolo, era imposible.

Con mis estudios y propuestas, me granjeé algunas enemistades y desperté algunas simpatí­as, sobre todo en magos oscuros. Oscuros de puertas para dentro, claro. Los humanos somos de la Alianza, o al menos esa es la excusa de algunos para no enfrentarse al resto, ya me entendéis.

Uno de ellos me habló del trabajo de su mentor, que por lo que pude leer en sus libros, trabajó hasta el dí­a de su muerte en el campo que me interesaba.

¿Cómo era posible que los no muertos pudiesen canalizar ciertas formas de energí­a que quedaban fuera de lo posible para nosotros?

Somos magos, y si algo podemos hacer, sin duda, es torcer la realidad a nuestra voluntad, alterar las normas.

Hice un par de encantamientos menores, estupideces para conseguirle al inepto que habí­a quedado a cargo de los libros un par de mujeres que ansiaba. Él, a cambio, me los entregó. No le dije nada sobre la duración de los encantamientos ni sobre qué ocurrirí­a después.

Como dije antes no creo en el bien y el mal, pero odio las voluntades débiles.

Estudiando los libros de Abausezo encontré cosas interesantes.
Aquel hombre pensaba con más audacia que los maestros que me instruyeron. Todaví­a no me explico cómo pudo aceptar a aquel estúpido en calidad de aprendiz.

Aunque claro, ya no se lo puedo preguntar a ninguno de los dos.

Me encerré durante semanas en mi laboratorio y conjuré algunas energí­as que, en principio, sólo están al alcance de los no muertos. Pese a los vómitos, las fiebres y alguna que otra herida que pude sanar con facilidad, fui capaz de utilizar algunas de esas fuerzas vetadas para nosotros.

Aun así­, no era suficiente.

Empecé a pensar que mis maestros fueron demasiado discretos a la hora de enseñarme y que, pese a estar bien considerado entre mis colegas, no era todo lo poderoso que podí­a ser. Habí­a ciertos vací­os en la formación de los magos humanos, quizá convenientes para su estrecha mentalidad, pero frustrantes para la mí­a.

Quizá modificando los hechizos para transferir, o con contenedores de esencia utilizados como catalizador, usando hechizos de disrupción, variaciones de la posesión de voluntad... Necesitaba un no muerto para probar todas las cosas que se me ocurrí­an.
Uno iniciado, un brujo o un mago.

Así­ que fui a buscarlo.

Utilizando hechizos de contención y observando las reacciones de la energí­a oscura que se supone que no debí­a haber conjurado y con la que, según mis maestros, no debí­a experimentar, conseguí­ localizar pronto a un no muerto, un brujo al parecer. Ahora me resulta irónico pero, en aquel momento, recuerdo que me sentí­ afortunado al encontrarlo herido.

Fue fácil terminar de aturdirlo y llevarlo a mi laboratorio.

Lo puse en el altar y lo encerré, lo sujeté con varios hechizos de contención, drenaje y lentitud.

Estaba barajando doblegar su alma y usarlo para mis estudios cuando todo saltó por los aires. Apenas tuve tiempo de levantar un escudo protector que me resguardase de los guijarros llameantes que solí­an ser la pared de mi estudio.

Antes os dije que considero el alineamiento una estupidez, ¿verdad?, bien, parece ser que las criaturas del otro bando no sólo son tan estúpidas como nosotros, sino que nos superan. Estos memos están enfrentados en dos facciones y el brujo que aun yací­a inmóvil tras una docena de hechizos pertenecí­a a una de ellas.

Como podréis adivinar, el enorme bastardo que acababa de atravesar mi pared pertenecí­a a la otra.

Me levanté y, usando mi bastón, lancé una ráfaga de fuego elemental puro.
Eso es lo último que pude hacer.

Aquel no muerto vino hacia mí­ como si no estuviese recibiendo una llamarada que hubiese horneado al Tauren más curtido de la horda.

Atravesó todas mis defensas y me levantó del suelo.

Lo que sentí­ cuando me tocó hizo que las fiebres y vómitos de dí­as anteriores buscando maneras de conjurar energí­a oscura pareciesen un juego de niños.

Quizá estaba más débil de lo que pensaba, o quizá mis maestros tení­an razón sobre lo demoní­acas que podí­an llegar a ser estas criaturas, el caso es que no le fue difí­cil romper todas mis protecciones y llenar de miedo mi mente. Mi voluntad se desvaneció y quedé a su merced.

Los recuerdos son borrosos.
Sé que desmembró al pobre desgraciado que seguí­a allí­, paralizado por mis hechizos.
Creo que incluso se comió algún trozo.
Es posible que me hiciese comer a mí­ también.
Como he dicho, no lo recuerdo bien.

Después estuvo husmeando entre mis libros y encontró el trabajo de Abausezo. De vez en cuando me señalaba con su bastón y todos los músculos de mi cuerpo gritaban a la vez. Vomité hasta que me ardieron los pulmones y sangré por todos los agujeros de mi cuerpo mientras mis tendones saltaban uno tras otro, sin poder resistir la tensión.

Al final, me levantó por el aire y me habló.
Su aliento era fétido y sus palabras se clavaban en mi cabeza como agujas de sastre.

Así­ que eres un gran mago, dijo.
Lo escuchaba en mi mente, eso seguro, porque lo que salí­a por su boca era cualquier cosa menos lenguaje común.
Veo que te interesa nuestra magia, rió, aunque vas a tener que hacerlo mejor.

Me lanzó contra una de las paredes y mi frente golpeó el estante de hierbas, con un crujido seco. La sangre me dejo ciego. Mi sangre.

Voy a morir, pensé.
Y eso es lo último que recuerdo.

Al despertar estaba en otra parte.

No tardé en notar que no escuchaba como solí­a escuchar ni veí­a como solí­a ver. No conocí­a los olores y el tacto de la piedra era diferente. Algo pasaba con mis sentidos.
Todo parecí­a distinto.
Muy distinto.

Al mirar mis manos quise gritar, pero descubrí­ que, en esta nueva condición, no soy capaz de emitir más que algún susurro. Quizá más adelante mi laringe se regenere.

Khelsion, el gran mago, el que siempre estuvo por encima del bien y el mal, convertido en no muerto por capricho de un brujo muchí­simo más poderoso que él. Vencido como un simple aprendiz.

Los magos que siempre me envidiaron se morirí­an de risa al saberlo.

Traté de usar un hechizo de claridad para poner orden en mi mente, pero parece ser que algunas energí­as básicas que los humanos utilizan no están al alcance de los no muertos.

Irónico.

Estaba otra vez en el punto de partida, sólo que desprovisto de todo mi poder. Sin Magia no era más que un humano que busca conocimiento por encima de todo, y en esta nueva forma, menos que eso.

Recordaba alguno de los hechizos del libro de Abausezo, hechizos de los no muertos, así­ que los probé. Estos sí­ funcionaban. Eran ridí­culos, eso sí­; una descarga de sombras que apenas ahuyentarí­a a una alimaña de bosque, una transmutación de piel que la hací­a algo más resistente y poco más.

Quizá esté desprovisto de todo el poder, pero sigo teniendo el conocimiento y, sobre todo, una voluntad inquebrantable. Estudiaré la magia de los no muertos y, con el tiempo, llegaré a ser un gran brujo, tanto como lo fui en su momento siendo humano.
Si existe un hechizo que pueda convertir a un humano en esto es posible que exista uno que funcione al revés, así­ que lo buscaré y, una vez lo encuentre, valoraré si usarlo o no.
Ya sé qué hay al otro lado, he sido uno de los grandes magos y, a fin de cuentas y dejando de lado la humillación de mi derrota, he conseguido lo que querí­a. Ahora puedo manejar energí­as que antes me estaban vetadas.

Sé que no será fácil, he de adaptarme a mi nueva condición, caminar con estas bestias de la horda y ser uno más entre ellos. Es posible que, con el tiempo, haya de enfrentarme a los que un dí­a fueron mis aliados, ya que ahora formo parte de lo que ellos consideran maligno. Sin embargo, como dije al principio, nunca he creí­do en el bien o el mal.

Como brujo trabajo con fuerzas; eso es todo.

Mi nuevo camino empieza aquí­."
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Mensaje  Slyder Miér Mar 11, 2009 2:21 am

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